viernes, 15 de mayo de 2009

Homero Manzi

ROSEDAL

Rosedal,
paisaje de peluquería
cursi como una pérgola
o como un paquete de masas con cinta azul y blanca.
Tal vez por eso mi aventura infantil te despreció inclemente
y con malandrines prefería las arcadas del puente
donde pernoctan vagos filosóficamente.
Yo, cabalgando un Ford modelo antiguo
hacía ruborizar tus rosedales,
pero tus mujeres te vengaban por encima del hombro,

Rosedal,
con banquitos eunucos pintados de merengue,
donde posan seguras las nalgas
tres vírgenes largas
porque siempre son tres las fiacuchas incontaminadas.
Yo de puro atorrante
te pondría faroles
y casitas de lata
y zaguanes oscuros con humedad de besos
y perfumes de albahaca.
Y en tus calles planchadas al rodillo
pondría un organito, un rengo,
una esquina,
un boliche y una muchachada.
Rosedal,
Parnaso decadente
donde duermen las musas
cien veces benditas de los intendentes.

Cada vez que contemplo tu lago
sarcófago de fetos y de un descuartizado
siento unas ganas locas de adornarlo con tachos
latones
botas viejas
con una cama jaula
con una escupidera
igual que en los fangales de Pompeya".

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