domingo, 10 de mayo de 2009

Tuñón Raúl Gonzalez

Retrato de Mariano Moreno

No puedo verlo, no, sino con una lámpara.
La Libertad, entonces, era un niño desnudo
que buscaba el regazo caliente de la patria.
No puedo verlo, no, sino con un trabuco.
El recogió en el barro fundamental al niño.
Buenos Aires en énfasis y polémicas ardía
y un himno subersivo maduraba en los pianos.
De un aire enamorado la Libertad crecía.
No puedo verlo, no, sino con una pluma
o al fondo de la imprenta con la blusa manchada,
más de carne y de sangre que en las litografías
La patria nace bajo su frente iluminada.
Está junto al candil de aceite en agonía,
de amarillos papeles la noble mesa oscura
cubierta, y en el cuarto de muros silenciosos
desbordan anaqueles los Enciclopedistas.
No puedo verlo, no, sino con un legajo
- urgente ya de estatua su cuerpo consumido -
una voz que estremece las pálidas bujías
y un temblor de notarios en el vasto recinto.
Más tarde estallan todos los motores del día,
nace la escarapela del celeste tumulto
y la palabra Patria florece en los balcones
y corre por los barrios donde están los más puros.
No puedo verlo, no, sino en su triste lecho,
ya cerca de la espuma y las profundas algas.
¡Dejad que el mar apague su fiebre poderosa!
La mañana flotante recogerá su lámpara.
Vengan otros a hablar del lúcido abogado
y los signos secretos de la aurora argentina.
Yo sé que él es un hecho favorable en la Historia.
y en nosotros prolonga su estirpe jacobina.

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