miércoles, 24 de junio de 2009

El ángel de la muerte

El discípulo de un Sufi de Bagdad estaba un día sentado en un rincón de una posada, cuando oyó hablar a dos personajes. Por lo que decían, se dió cuenta de que uno de ellos era el ángel de la Muerte.
—Tengo varias visitas que hacer en esta ciudad durante las próximas tres semanas, le decía el Ángel a su compañero.
Aterrorizado, el discípulo se escondió hasta que ambos hubieron partido. Entonces, usando su inteligencia para resolver el problema de cómo frustrar una posible visita de la muerte, decidió que si se mantenía alejado de Bagdad, no seria alcanzado. Sólo hubo un corto paso entre este razonamiento y alquilar el caballo más veloz disponible y espolearlo día y noche en dirección a la lejana ciudad de Samarcanda.
Mientras tanto, La Muerte se encontró con el maestro Sufi y hablaron sobre diversas personas.
¿Y donde esta tu discípulo tal y tal?, pregunto La Muerte.
—Debe de estar en algún lugar de la ciudad, empleando su tiempo en contemplación, quizá en una posada, dijo el maestro.
—Que extraño, dijo el Ángel, pues se halla en mi lista. Sí, aquí está, tengo que recogerlo dentro de cuatro semanas, nada menos que en Samarcanda.

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