Durante un sueño, Nasrudín se vio a sí mismo recibiendo monedas.
En el momento que había nueve monedas de plata en su mano, el donante invisible no le dio más.
—¡Debo tener diez!
Esto lo dijo en voz tan alta, que se despertó, y al ver que todo el dinero había desaparecido, cerró nuevamente sus ojos y murmuró:
—Está bien, está bien, devuélvemelas. Acepto las nueve.
domingo, 19 de julio de 2009
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