El Mullah era el único pasajero de un barco que soportaba un violento tifón.
Después de intentar todo, para lograr salvar el barco, el capitán y los tripulantes se arrodillaron y comenzaron a rezar para salvarse.
Nasrudín se mantuvo impasible.
El capitán abrió sus ojos, y al observar al Mullah allí parado, se puso de pie y gritó:
—¡Arrodíllese, infiel! Un hombre devoto debería asociarse a nuestras oraciones.
—Sólo soy un pasajero. Todo lo concerniente a la seguridad del barco, es asunto suyo y no mío. Replicó Nasrudín, sin moverse, inmutable.
domingo, 19 de julio de 2009
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