sábado, 18 de julio de 2009

Las sandalias

Algunos muchachos querían quedarse con las sandalias de Nasrudin. Cuando le vieron venir por el camino, le rodearon diciendo:
—Mullah, ¡nadie puede trepar por este árbol!
—Claro que sí, repuso Nasrudin. Os enseñaré cómo se hace y entonces podréis hacerlo también vosotros.
Ya iba a dejar sus sandalias en el suelo, cuando algo le detuvo, y las guardó debajo de su cinturón antes de empezar el ascenso.
Los muchachos sufrieron un desengaño.
—¿Para que te llevas las sandalias?, le grito uno de ellos.
—Como nadie ha trepado a este árbol, no puedo saber si encontraré un camino allí arriba, contestó el Mullah.

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