Viendo algo que se movía en la penumbra del jardín, Nasrudín pidió a su mujer que le alcanzara el arco y las flechas.
Disparó al objeto, salió para ver de qué se trataba y volvió a punto de desmayarse.
—Me salvé por casualidad. Imagínate. Si hubiera estado dentro de mi camisa, que está colgando allí para secarse, habría muerto. La flecha me atravesaba el corazón.
domingo, 19 de julio de 2009
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