Nasrudín encontró una valiosa sortija en la calle. Deseaba quedársela. Pero de acuerdo con la ley, quien encontrara un objeto debía ir hacia el mercado y pregonar el hecho tres veces a viva voz.
A las tres de la mañana el Mullah fue a la plaza, y tres veces gritó:
—¡He encontrado tal y tal sortija!
Al dar el tercer grito, la gente comenzó a inundar las calles.
—¿De qué se trata, Mullah?, le preguntaron.
—La ley estipula una triple repetición y es probable que la quebrante si lo reitero por cuarta vez. Pero les diré otra cosa: puedo asegurarles que soy dueño de una sortija de diamantes, asevera el Mullah.
domingo, 19 de julio de 2009
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