viernes, 17 de julio de 2009

Vida y muerte

Se encontraba en cierta ocasión Nasrudin, que tenía su día filosófico, reflexionando en alta voz:
"Vida y muerte... ¿quién puede decir lo que son?".
Su mujer, que estaba trabajando en la cocina le oyó y dijo:
—Los hombres sois todos iguales, absolutamente estúpidos.
Todo el mundo sabe que cuando las extremidades de un hombre están rígidas y frías, ese hombre está muerto".
Nasrudin quedó impresionado por la sabiduría práctica de su mujer.
Cuando, en otra ocasión, se vio sorprendido por la nieve, sintió cómo sus manos y sus pies se congelaban y se entumecían.
"Sin duda estoy muerto", pensó. Pero otro pensamiento le asaltó de pronto: "¿Pero, qué hago yo paseando, si estoy muerto? Debería estar tendido, como cualquier muerto respetable". Y esto fue lo que hizo.
Hora después, unas personas que iban de viaje pasaron por allí y, al verle tendido junto al camino, se pusieron a discutir si aquel hombre estaba vivo o muerto.
Nasrudin deseaba con toda su alma gritar y decirles:
"¿No veis que estoy muerto? ¿No veis que mis extremidades están frías y rígidas?". Pero se dio cuenta que los muertos no deben hablar. De modo que refrenó su lengua.
Pero, al fin, los viajeros decidieron que aquel hombre estaba muerto y cargaron sobre sus hombros el cadáver para llevarlo al cementerio y enterrarlo. No habían recorrido aún mucha distancia cuando llegaron a una bifurcación. Otra nueva disputa surgió entre ellos acerca de cuál sería el camino del cementerio.
Nasrudin aguantó cuanto pudo, pero al fin no fue capaz de contenerse y dijo:
—Perdón, caballeros, pero, el camino que lleva al cementerio es el de la izquierda. Ya sé que se supone que los muertos no deben hablar, pero he roto la norma sólo por esta vez y les aseguro que no volveré a decir una palabra.

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