Un barco parecía estar a punto de zozobrar y todos los pasajeros
se postraron de hinojos, rezando y arrepintiéndose de sus culpas. Prometieron toda clase de expiaciones si se salvaban.
Sólo Nasrudin permaneció impasible. De improviso, dio un salto y gritó en medio del pánico general:
—¡Tranquilos, amigos! No cambiéis vuestras costumbres, no seáis demasiado pródigos. Creo que diviso la tierra.
sábado, 18 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario