Nasrudin se pavoneaba en un poblado cercano, se paró en una silla en el centro de la plaza, y llamó a la gente a congregarse alrededor suyo.
Cuando se reunieron, el Mullah proclamó orgulloso:
—Sé, gente, que el aire de aquí es exactamente igual al de mi aldea.
—¿Qué te hace pensar eso?, preguntó alguien.
—Porque puedo ver el mismo número de estrellas que veo allá.
jueves, 16 de julio de 2009
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