jueves, 16 de julio de 2009

El mismo aire

Nasrudin se pavoneaba en un poblado cercano, se paró en una silla en el centro de la plaza, y llamó a la gente a congregarse alrededor suyo.
Cuando se reunieron, el Mullah proclamó orgulloso:
—Sé, gente, que el aire de aquí es exactamente igual al de mi aldea.
—¿Qué te hace pensar eso?, preguntó alguien.
—Porque puedo ver el mismo número de estrellas que veo allá.

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