domingo, 19 de julio de 2009

Tiro al blanco

La Feria estaba muy animada, y uno de los alumnos de Nasrudín, el más antiguo, le preguntó si podía concurrir con sus compañeros.
—Por supuesto, además, es una oportunidad ideal para continuar la enseñanza, dijo Nasrudín.
Cuando llegaron, el Mullah se encaminó directamente hacia el tiro al blanco, una de las grandes atracciones. Ofrecían importantes premios hasta por un solo tiro que diera en el centro del blanco.
Al aparecer el Mullah y sus alumnos, la gente del pueblo se aglomeró a su alrededor. Cuando Nasrudín en persona tomó el arco y tres flechas, aumentó la tensión. Aquí, seguramente, se demostraría que el Mullah algunas veces pretendía demasiado.
—Estúdienme atentamente, dijo.
El Mullah curvó el arco, movió su gorra hacia atrás como un soldado, afinó la puntería y disparó. La flecha fue a dar muy lejos del blanco.
Hubo un rugido de mofa en la multitud y los alumnos de Nasrudín se turbaron, sintiéndose incómodos y murmurando entre ellos.
El Mullah se volvió y los enfrentó a todos.
—¡Silencio! Fue sola una demostración de cómo dispara el soldado.
A menudo da lejos del blanco y esa es la razón por la cual pierde las guerras. En el momento en que disparé, estaba identificado con un soldado; me dije: 'Soy un soldado disparando al enemigo'
La segunda flecha, la colocó en el arco y tensó la cuerda. La flecha quedó a mitad de camino del blanco. Reinaba un silencio profundo.
Nasrudín dijo a la concurrencia:
—Acaban de ver el disparo de un hombre demasiado ansioso por tirar y que al haber fallado en su primer disparo, se encontraba demasiado nervioso para concentrarse y así la flecha quedó a mitad del camino.
El mismo dueño del local estaba fascinado con estas explicaciones.
El Mullah se volvió hacia el blanco con indiferencia, apuntó y dejó que su flecha volara. Esta dio en el mismo centro del blanco.
Examinó los premios con mucha atención, tomó el que más le gustó y comenzó a alejarse. Surgió un clamor.
—¡Silencio!, ordenó Nasrudín. Que uno de ustedes me pregunte lo que todos al parecer quieren saber.
Por un momento nadie habló. Después, un campesino se le acercó a preguntarle:
—Queremos saber quién disparó el tercer tiro.
-¿Ese?, ¡Oh!, Ese fui yo.

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