Estaba el Mullah Nasrudín en la Corte del emperador Tamerlán, y éste
le dijo para probarlo:
—Mullah, pídeme lo que quieras.
—¡Un millón de soberanos de oro!, respondió rápidamente.
—¡Hombre, respondió Tamerlán, ¿no podría ser algo menos?
—Pues, ¡cinco monedas de cobre!, le dijo con el mismo entusiasmo.
—Pero Mullah, ¿no hay cierta desproporción entre esas cantidades?
—Sí, Majestad, tú vales un millón de soberanos de oro, yo valgo cinco monedas.
sábado, 18 de julio de 2009
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