viernes, 28 de agosto de 2009

Un asno de gran valor

El emperador Tamerlán recibió como regalo un asno de gran valor, y
lo presentó a los cortesanos, los cuales magnificaron sus bondades.
Luego, Tamerlán se dirigió a Nasrudín, y le preguntó:
—¿Cuál es tu opinión sobre este asno?
—Yo creo que en este asno se pueden observar grandes aptitudes. Si me permite, yo podría enseñarle a leer en el espacio de pocos meses.
—Si logras hacerlo, te recompensaré muy bien, dijo Tamerlán.
Luego de algunos meses Nasrudín se presentó con el asno en la corte, y sin decir palabra, sacó un gran libro y lo puso delante del animal.
El asno inmediatamente comenzó a dar vuelta las páginas del libraco con su lengua y a rebuznar cada vez que una página sucedía.
—Dime, cómo has llegado a concretar tu proyecto, preguntó Tamerlan, agradablemente sorprendido.
—El primer día que llevé el asno a mi hogar, no le di nada de comer, comenzó explicando Nasrudin. Al día siguiente puse este libro delante de él, con granos de maíz entre sus hojas, y el asno, tan hambriento, olfateó el grano y comenzó a dar vuelta las páginas del libro. Cuando no encontraba grano me miraba a la cara y rebuznaba. Y así fue que lo acostumbré a alimentarse.
Uno de los cortesanos, tratando de menospreciar el hecho, dijo:
—El asno, lo único que ha hecho es dar vuelta las páginas y rebuznar, pero no ha leído nada.
El Mullah, esbozó una sutil sonrisa y dirigiéndose a la corte, dijo:
—Un asno no puede aprender a leer más que lo visto. Quien pretenda enseñarle más, es realmente un asno.

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