jueves, 27 de agosto de 2009

Las dos pruebas más duras

Invitaron al gran maestro de la tradición Sufí, al Mullah Nasrudin, a dar una conferencia y, él mismo fijó la conferencia para las dos de la tarde.
A esa hora, un envíado del Mullah informó que por motivos de fuerza mayor, la conferencia se retrasaría.
Algunos, se levantaron indignados, pidieron que se les devolviera el importe de la entrada y se fueron. Pero, aún así, permaneció mucha gente dentro y fuera de la sala.
Cuando el reloj señaló las cuatro de la tarde, el Mullah, aún no había aparecido y la gente fue lentamente abandonando el local, recobrado el dinero de la entrada.
Cuando dieron las seis de la tarde, los asistentes iniciales se habían reducido a menos de un centenar. En ese momento entra Nasrudin. Parecía completamente borracho y empezó a decir tonterías de tan mal gusto a una bonita joven que estaba sentada en la primera fila.
Pasada la sorpresa, los asistentes empezaron a indignarse: "¡Y cómo, después de hacerse esperar cuatro horas cansinas, aquel hombre se comportaba de esa manera!". Y se oyeron unos cuantos murmullos de reprobación, de airada protesta. Impávido, el maestro Sufí no les dio ninguna importancia sino que continuó a voz en cuello, alabando el atractivo de la chica y convidándola a viajar con él a Francia.
Luego de proferir algunas palabrotas en contra de aquella gente que protestaba, el Mullah intentó levantarse y cae pesadamente al suelo. Colmados de indignación, las personas asistentes decidieron al fin marcharse, amenazando con ir por los periódicos a denunciar aquel espectáculo degradante.
Nueve personas continuaron en la sala. Nasrudin se levantó; estaba sobrio, sus ojos irradiaban luz, y se notaba en torno a él, un aura de respetabilidad y sabiduría.
-Si, vosotros, los que habéis quedado, sois los que me tenéis que oir. Habéis pasado por las dos pruebas más duras en el camino espiritual:
La paciencia para esperar el momento adecuado y el coraje para no decepcionarse con lo que habéis encontrado.

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