domingo, 23 de agosto de 2009

Un pan para la cabeza

Nasrudín llegaba una noche a casa de su hermano ya bastante tarde e inmediatamente le hicieron pasar a la mejor habitación.
Ciertamente, le habían dado la cama más cómoda, con las sábanas y mantas más suaves, pero nadie pensó en preguntarle si había cenado.
Dando vueltas y más vueltas en la cama, Nasrudín luchaba por evitar los ruidos que el hambre le hacía, constantemente, en las tripas.
Finalmente, saltó de la cama y llamó a su anfitrión.
—¿Qué pasa?, le preguntó su hermano, asustado al ser despertado en mitad de la noche.
—Las almohadas son demasiado suaves, hermano, contestó el Mullah.
¿Podría coger un pan de la cocina y descansar la cabeza en él?

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