viernes, 14 de agosto de 2009

Contraproducente

Nasrudín fallecía de hambre cuando pasó por una aldea y oyó que un rico terrateniente agonizaba.
—Soy doctor, les dijo a los aldeanos, llevadme con premura su lado.
Una vez ahí, le tomó el pulso al enfermo, y pidió una comida con pan, pasas y queso de cabra. Los sirvientes se la trajeron y se retiraron. Nasrudín comió los alimentos y rogó a Dios por el viejo. Justo cuando dejaba la villa, el hombre murió.
—Tu remedio resultó contraproducente, le increparon varios aldeanos.
—Agradeced, replicó Nasrudín, si no hubiese sido por mi remedio, dos serían los que hubiesen muerto.

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