Jamás me escucharía
Un día, cuando Nasrudín era predicador en su pueblo, tuvo una pelea con el alcalde. Sucedió que, poco tiempo después, el alcalde falleció.
La gente del pueblo se dirigió prontamente a solicitarle al Mullah:
—El alcalde ha muerto. Ven y dirige la ceremonia para su funeral. Debes leer la oración de la muerte para él.
—¿De qué serviría? ¡Estamos peleados y jamás me escucharía!
jueves, 7 de enero de 2010
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