jueves, 28 de enero de 2010

Nasrudin

Disfruta estos tres días

Nasrudin suele contar a menudo en su clase, aquélla famosa historia del rico sultán que, en Bagdad la Maravillosa, en un preciso día se le presenta la Muerte, diciéndole:
—A pesar de tus riquezas, siempre te has comportado en forma más que correcta con los que de ti dependían, así que he decidido hacerte un regalo y anunciarte el tiempo de vida que te queda. Dentro de tres días vendré a buscarte. Disfruta tus prioridades en este mundo, antes de abandonarlo para siempre.
En lugar de tomarlo como un cumplido y aprovechar esos tres días, el sultán se quedó pálido y consternado, pues, como todos los hombres corrientes pensaba que tenía derecho a vivir mucho y bien, sin tener en cuenta los planes que la Eternidad había fijado para él.
Así que convocó con urgencia a todos sus sabios y filósofos para que acudieran de inmediato ante su presencia para, una vez explicada la situación, ordenarles que encontraran la manera de convencer, o por lo menos, engañar a la Muerte para evitar que cumpliera con su atroz vaticinio, y de esta forma poder seguir disfrutando de la vida.
Ni que decir, que aquellos tres días transitaron rápidamente sin que ninguno de los estudiosos fuera capaz de darle solución al pedido del sultán quien, en lugar de aprovechar las jornadas, o bien dejándose mecer en los brazos de cualquiera de cuantos múltiples placeres a su disposición, o bien dedicándose al recogimiento y a la oración, sólo se limitó a pasear de un lado a otro de su palacio presa de los nervios.
Cuando hacia el final del tercer día el grupo de eruditos reunió el valor suficiente para presentarse ante su 'Señor' y reconocer que no habían encontrado ninguna manera de solucionar el problema que les había presentado, el sultán enceguecido montó en cólera contra ellos y a la desesperada, se dirigió a sus cuadras y mandó ensillar al mejor de sus corceles. Montó y abandonó Bagdad la Maravillosa al galope.
"Iré a la ciudad de Samarkanda, pensaba, enfebrecido mientras el sol se ocultaba en el horizonte, ya que la Muerte no sabrá que estoy allí, pues ella vendrá mañana por la mañana a mi palacio en Bagdad. Así
al menos habré ganado algo más de tiempo para encontrar la manera de evitarla".
Esperanzado cabalgó toda la noche y el amanecer del día siguiente le encontró sobre una colina desde la cual vio cómo se extendían, ante él, los blancos muros de Samarkanda, la de las caravanas. Y ya más tranquilo y al trote se aproximó a la ciudad, pensando en alojarse en casa de unos parientes. Les contaría de quién venía escapando y les pediría ayuda.
Su sorpresa fue cuando, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró a la Muerte allí de pie aguardándole y que con gesto de leve irritación, le dijo:
—Me has hecho esperar inútilmente durante un largo rato, pues estoy aquí a la espera desde la primera hora. Es una lástima que tu último acto en esta vida haya sido de descortesía.
Y en ese momento le tocó y el sultán murió.

1 comentario:

  1. Tremnda moraleja, por eso es que hay que vivir cada dia como si fuera el ultimo y como dice el slogan de Hyundai atreverse a ir mas lejos...

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