sábado, 15 de mayo de 2010

Nasrudin

El olor de la comida

Un pobre hambriento caminaba por una calle con un pan en la mano. Cuando pasó por un comedor vio unas deliciosas albóndigas friéndose en un sartén. Quiso probar algo del exquisito olor, puso su pan junto al sartén por unos segundos y entonces lo comió. Parecía saber mucho mejor. El dueño del lugar vio lo que hizo, lo tomó del cuello y lo llevó ante el juez, que en esa ocasión era el propio Nasrudin.
El dueño demandaba que el pobre hombre pagara las albóndigas.
El Mullah le escuchó con atención y entonces tomó dos monedas de su bolsa y le dijo:
—Ven, párate a mi lado un momento.
El dueño obedeció a Nasrudin, quien sacudió su puño haciendo que las monedas tintinearan en el oído del hombre.
—¿Para qué haces eso?, preguntó al Mullah.
—Acabo de pagar por tus albóndigas. Pues, seguramente el sonido del dinero es el pago adecuado por el olor de la comida. Precisó Nasrudin

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