martes, 13 de noviembre de 2012

Nasrudin

Criaturas orgullosas

Nasrudín había dejado la corte de Tamerlán. El soberano del mundo empezó enseguida a echar de menos las bromas del Mullah. Un día, cuando había acabado de comer, hizo que sus servidores quitaran los restos de la exhuberante comida y se la llevaran a Nasrudín con el mensaje de que volviera a la corte. Veinte sirvientes, cada uno de ellos con una fuente llena a rebosar de manjares exquisitos, llegaron a la humilde morada del Mullah.
—El soberano del universo nos ha ordenado traerte a ti y a tu familia la comida de su propia mesa, y te pide que vuelvas a la corte para divertirle una vez hayas comido hasta hartarte, anunció el sirviente de más jerarquía.
Los ricos aromas de la comida harían, sin duda, que más de una boca se hiciera agua.
Nasrudin, de forma altanera pero sin alterar su voz, dijo:
—Ve al corral, en la parte de atrás de la casa, y dales la comida a mis cabras. Pero, por favor, no les comentes que son sobras, pues son criaturas orgullosas y podrían rechazar el alimento.

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