miércoles, 5 de junio de 2013

Jiddu Krishnamurti

Donde existe el amor, no existe el 'yo'

Si su mente está llena, atestada de hechos, de conocimientos, éstos actúan como un obstáculo para lo nuevo; la dificultad para la mayoría de nosotros es que la mente se ha vuelto tan importante, tan predominantemente significativa, que interfiere todo el tiempo toda cosa que pueda ser nueva, que pueda existir simultáneamente con lo conocido. Este conocimiento y el aprendizaje son obstáculos para quienes quieren buscar, para quienes desean tratar de comprender aquello que es intemporal.

Tengo que conocerme a mí mismo, la estructura, la naturaleza, la significación de la entidad total; pero no puedo hacerlo cargado con mi conocimiento previo, con mi experiencia anterior, con una mente que condiciona, ya que entonces no estoy aprendiendo, sólo estoy interpretando, traduciendo, mirando con ojos que ya se encuentran oscurecidos por el pasado.

Un hombre abarrotado de conocimientos, de enseñanzas, agobiado por todas las cosas que ha aprendido, jamás es libre. Puede ser extraordinariamente erudito, pero su acumulación de conocimientos le impide ser libre; por lo tanto, es incapaz de aprender.

Destruir es crear. Debemos destruir, no los edificios, no el sistema social o económico, esto sucede todos los días, sino las defensas psicológicas, las conscientes y las inconscientes, las seguridades que hemos desarrollado racionalmente, individualmente, tanto en lo profundo como en lo superficial. Debemos romper con todo eso, a fin de estar completamente desprovistos de defensas, porque para amar, para sentir afecto, tenemos que vivir sin defensa psicológica alguna.

Al fin y al cabo, la virtud, la ética, no son una repetición de lo bueno. En el momento en que la virtud se torna mecánica, deja de ser virtud. La virtud es algo que debe existir de instante en instante, como la humildad. La humildad no puede ser cultivada, y una mente que carece de humildad es incapaz de aprender. De modo que la virtud está libre de autoridad. La moralidad social no es moralidad en absoluto; es inmoral porque admite la competencia, la codicia, la ambición; por lo tanto, la sociedad alienta la inmoralidad. La virtud es algo que trasciende la moralidad.

Tal como no podemos cultivar la humildad ni podemos cultivar el amor, así tampoco la virtud puede ser cultivada; y en ello hay una gran belleza. La virtud jamás es mecánica, y sin virtud no hay base para el claro pensar.

La transformación del mundo resulta de la transformación de uno mismo, porque uno mismo es producto y parte del proceso total de la existencia humana. Para que uno pueda transformarse, es esencial que se conozca.

Si uno quiere ir en pos de algo, no es bueno estar atado. Para conocernos a nosotros mismos, nuestra mente debe hallarse en un estado de percepción alerta, de vigilancia, estado en el que se halla libre de todas las creencias, de todas las idealizaciones, porque las creencias y los ideales nos dan un solo color, falseando la verdadera percepción. Si queremos saber lo que somos, no podemos imaginar algo que no somos ni creer en ello. Si soy codicioso, envidioso, violento, de poco vale que tenga meramente un ideal de no violencia, de no codicia.

El comprender sin distorsión alguna lo que realmente somos, es el principio de la virtud. La virtud es esencial, porque ella nos brinda libertad.

El amor no es el «yo»; el 'yo' no puedo reconocer el amor. Uno dice 'yo amo', pero en el decirlo mismo, en el propio experimentarlo, está ausente el amor. Cuando amamos, el 'yo' está ausente. Donde existe el amor, no existe el 'yo'.

1 comentario:

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