domingo, 5 de octubre de 2014

Nasrudin



Talento heredado

Nasrudin detestaba tanto los recitales del poeta de la ciudad que se disculpaba de cualquier reunión social en la que el hombre estuviera presente. Un día, se encontró frente a frente con el bardo y no tuvo más opción que saludarle.
—¿Y quién es este niño?, preguntó el Mullah señalando al pequeño que estaba junto al poeta.
—Es mi hijo. Le estoy enseñando mi arte. Espero que algún día sea un poeta tan reconocido como su padre.
—Ni siquiera en mis peores pesadillas, dijo Nasrudín, había contado con una segunda generación.

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