martes, 23 de diciembre de 2014

Nasrudin

Dos bromistas

Cierto día un gracioso, que se alojaba con el Mullah Nasrudín, decidió gastarle una broma. Entrada la noche, ingresó silenciosamente en la habitación del Mullah y pintó una amplia sonrisa en su cara. Nasrudin, que sólo fingía dormir, dejó que el bromista se divirtiera. Dos horas después, cuando el chistoso estaba dormido, entró a hurtadillas en su cuarto y le rapó la parte de atrás de la cabeza.
A la mañana siguiente, anfitrión e invitado se sentaron a desayunar a la mesa.
—Dime, Mullah, se rió tontamente el bromista, ¿por qué sonríes así?
—Me río al ver el ridículo corte de pelo que has elegido, dijo Nasrudin.

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