viernes, 13 de marzo de 2015

Nasrudin

El rapsoda

Nasrudín solía contar la historia de un noble, inmensamente rico, que decidió un buen día que debía contar entre su séquito con un rapsoda que compusiera y cantara himnos y alabanzas a su persona. Para ello, ordenó que buscaran al mejor juglar que hubiera en todo el mundo. De regreso, los enviados contaron que, en efecto, habían hallado al mejor rapsoda del mundo, pero que era un hombre muy independiente que se negaba a trabajar para nadie.
El noble no se dio por satisfecho y decidió ir él mismo en su búsqueda. Cuando llegó a su presencia, observó al juglar, que amén de ser muy independiente, se encontraba en una situación de extrema necesidad.
—Te ofrezco una bolsa llena de oro si consientes en servirme, le tentó el rico.
—Eso para ti es una limosna y yo no trabajo por limosnas, contestó el rapsoda.
—¿Y si te ofreciera el diez por ciento de mi fortuna?
—Sería una desproporción muy injusta, y yo no podría servir a nadie en esas condiciones de desigualdad.
—¿Si te diera la mitad de mi fortuna, accederías a servirme?, insistió el noble rico.
—Estando en igualdad de condiciones no tendría motivo para servirte.
—¿Y si te diera toda mi fortuna?
—Que si yo tuviera todo ese dinero, no tendría ninguna necesidad de servir a nadie.

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