domingo, 19 de julio de 2009

La carta

Nasrudín no era nada diestro en la escritura y su habilidad para leer era aun más pobre. Pero entre los aldeanos, era quien más sabía.
Un día aceptó escribir una carta para un campesino, que era dirigida a su hermano.
—Ahora, por favor, léamela, dijo el hombre, quisiera asegurarme de que no he olvidado nada.
El Mullah ojeó los garabatos. Al descubrir que no podía ir más allá de 'Mi querido hermano', dijo:
—No logro descifrarlo del todo. Lo lamento, No estoy seguro si las palabras que continúan son 'saber' o 'trabajo', y 'antes' o 'corazón'.
—Pero es terrible. Si usted no puede leerla, ¿quién va a poder hacerlo?
—Buen hombre, ese no es mi problema. Mi compromiso era escribir la carta, no leerla. Le contestó Nasrudín,
—Además, asintió el campesino, completamente convencido, no está dirigida a usted, ¿verdad?

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