domingo, 2 de agosto de 2009

Nasrudin

Cambiando de casa

Un ladrón entró en la casa de Nasrudin cuando intentaba dormirse. Lo dejó hacer. Simulaba dormir pero pispeaba lo que hacía. No creía que se debiera interferir en el trabajo de la gente. El saqueador no estaba interfiriendo en su sueño ¿por qué entonces interferir en su profesión? ¡Dejar hacer lo que tuviera que hacer! Pero, el salteador estaba más que inquieto porque ese hombre parecía muy raro. Mientras vaciaba la casa, a veces algo se le caía de las manos, con estrépito, pero ese excéntrico permanecía completamente dormido. Una sospecha surge en la mente del malhechor: esta clase de sueño solamente es posible si este hombre está despierto. "¡Qué hombre extraño! ¡No dice nada! ¡Estoy vaciándole la casa entera!" Todos los muebles estaban afuera de la casa, todas las almohadas estaban afuera, todo lo que había en la casa estaba fuera. El ladrón estaba adosando y atándolo todo para llevárselo ya a su casa. De pronto, presintió que alguien lo acechaba.
Miró hacia atrás; era el mismo hombre que estaba dormido.
—¿Por qué me estás siguiendo?, le preguntó.
—No, yo no te sigo; estamos cambiando de casa. Tu has cogido todo. ¿Qué voy a hacer en esta casa? O sea que yo también voy contigo.
—Perdóname, quédate con tus cosas, dijo el ladrón, preocupado.
—No, no es necesario. Además yo ya pensaba en cambiarme de casa, mira, está casi en ruinas. No se puede tener peor casa que ésta. De todos modos, soy un hombre muy perezoso. Necesito que alguien me cuide y tú te lo has llevado todo, dijo Nasrudin.
El ladrón se asustó; había estado robando toda su vida pero nunca se había cruzado con un hombre así.
—Puedes recoger tus cosas, le insistió.
—No, no cambiaremos nada. Tendrás que llevarte las cosas; en caso contrario, iré a la policía. Me estoy portando como un caballero, no
te estoy llamando ladrón, solamente eres un hombre que me está ayudando a cambiar de casa, concluyó el Mullah.

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