El más glotón
Un rico personaje, amigo del emperador, siempre intentaba burlarse del sabio e ingenioso Mullah Nasrudin. Un día hizo traer desde Hami una gran cantidad de exquisitos melones, dulces como la miel.
Y organizó un banquete con varios invitados importantes, entre los que incluyó a Nasrudin, haciéndolo sentar a su lado.
El dueño de casa servía a los presentes y amenizaba la charla con gran entusiasmo, proponiendo temas de discusión interesantes, como para mantenerlos distraídos, mientras con gran disimulo, iba colocando las cáscaras de su melón cerca de Nasrudin.
Cuando terminaron el último melón, este hombre presuntuoso quiso completar su broma a Nasrudin, quien más de una vez lo había hecho quedar en ridículo con sus observaciones, tan atinadas como irónicas.
—Miren, amigos míos, la cantidad de cáscaras de melón que consiguió Nasrudin: ¡toda una colección! Para ser un sabio, sí que tiene buen apetito, comió el doble que todos nosotros ¡Propongo nombrarlo de ahora en adelante el Gran Sabio Tragón!
Todos los presentes lanzaron una carcajada a costa del Mullah, que los miró y se sonrió con toda tranquilidad.
—Es cierto, dijo Nasrudin, compartiendo con una sonrisa el tan buen humor general. Yo comí mucho melón, pero dejé de lado las cáscaras. En cambio, observen el lugar donde se sienta el dueño de casa. Lo hemos visto comer igual que todos nosotros y sin embargo no tiene cerca de él ni una sola cáscara. No cualquiera se come un melón con cáscara y todo ¡Eso sí que es ser el Emperador de los glotones!
domingo, 19 de julio de 2009
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