miércoles, 15 de julio de 2009

Nasrudin

El viñedo del vecino

Durante algunos meses Nasrudin observaba a su vecino trabajar en su viñedo. El Mullah era todo un experto en el cultivo de la vid. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, observaba a este hombre cortar cosas y poner la sustancia incorrecta para la alimentación de la vid. Pensó: "Bueno, voy a ofrecerle mi ayuda a este hombre. No debo ser demasiado obvio o que le parezca una actitud de sabelotodo. La mejor manera es mostrándole que estoy a su disposición". Así que, se apoyaba en la pared medianera y observaba al hombre y le sonreía o lo saludaba ocasionalmente y a veces cuando lo veía hacer algo que no era correcto sacudía un poquito la cabeza.
El viñedo del vecino

Pero no surtía efecto. El hombre no le prestaba atención. Entonces se dijo: "Bueno, mi vecino va a la casa de té todos los días alrededor de las once de la mañana, iré allí y me sentaré y estaré a su disposición". Fue allí, diariamente, durante varias semanas, el hombre entraba con su buenos días, mas nunca se acercó a charlar.
"¡Oh, santo Dios!, no sé como comunicarme con él, ¡es tan obvio que quiero ayudarlo! El puede ver por encima de la pared que mis viñedos son buenos y productivos y que puede compararlos con sus miserables viñedos y ciertamente esto debería estimularlo a pedir ayuda. No hay duda, debo ir y preguntarle a un experto".
Fue al pueblo más cercano y vió que había una calle en la que todos los doctores, terapeutas y demás tenían sus consultorios. Allí vió un letrero muy grande, muy lustroso, muy imponente, que decía: 'Doctor Fulano de Tal: Neurolingüista'. Entonces pensó: "Esto debe ser lo más nuevo y avanzado en técnicas de enseñanza. Expondré el problema".
Entró y le contó todo al neurolingüista que estaba sentado detrás del escritorio y el hombre dijo:
—¡Ajá! Yo puedo controlar eso, o algo por el estilo, y agregó; es obvio que es una persona de naturaleza visual; por la descripción que usted ha hecho me he formado esta opinión. Listo, le costará dos dirhams. Nasrudin le pagó los dos dirhams y se fue pensando: "Obvio, ¡visual!". Arribó a su casa y consiguió un enorme pedazo de papel, un enorme cartel de cinco metros de largo por dos metros de alto, donde escribió en grandes letras:
'A MENOS DE CIEN KILOMETROS DE AQUÍ HAY UN HOMBRE ESTÚPIDO QUE NO SABE COMO CORTAR SUS VIÑAS CORRECTAMENTE, IGNORA LO OBVIO'.
Luego lo colgó bien alto, sobre dos postes, mirando hacia el jardín del hombre. Ingresó nuevamente a su casa y ojeó a través de la ventana. El vecino salió, miró el cartel. Luego fue hasta la puerta de Nasrudin y golpeó. El Mullah contestó y el hombre le dijo:
—Nasrudin, tengo la impresión que estás tratando de decirme algo.

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