El Mullah Nasrudin se encontraba sentado sobre una tapia por el borde de la calle pescando en un cubo de agua.
Se acercó el erudito del pueblo, que con su aire de soberbia le espetó:
—So tonto, ¿cuántos mordieron el anzuelo hoy?
—No muchos, Eminencia. ¡Usted es el primero!
jueves, 27 de agosto de 2009
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