jueves, 20 de agosto de 2009

Un buen vecino

Cierto día, el Mullah Nasrudín ingresó en casa de su vecino y le dijo:
—¿Puedes darme unas cuantas monedas? Estoy pidiendo dinero para un hombre pobre que tiene muchas deudas.
El vecino, que era una buena persona, le dio unas monedas y le dijo:
—Tienes buenos sentimientos. Y, dime ¿quién es ese pobre hombre?
—Soy yo, contestó el Mullah.
Al tiempo, volvió a casa de su vecino, quien al verlo, le preguntó:
—¿Vienes a pedir más dinero para un pobre hombre que tiene deudas?
—Sí, precisamente, a eso he venido.
—Y, naturalmente, ese infeliz debes de ser tú, otra vez.
—No, dijo el Mullah. Es un carpintero que se quedó sin trabajo y se llama Tumart.
El buen vecino introdujo la mano en el bolsillo y sacó unas monedas y entre curioso y sorprendido, le pregunta:
—¿Cómo es, amigo, que te dedicas a buscar dinero para otra persona?
—Porque Tumart, el carpintero, me debe el dinero a mí.

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