Hambriento
Cierto día, la madre de Nasrudín le dio algunos pasteles recién salidos del horno. Testarudo, el niño se empeñaba en meterse los ardientes pasteles en la boca.
—Escucha, hijo mío, esos pasteles son tuyos, nadie te los va a quitar, así que espera a que se enfríen para comerlos sin dolor.
—Si hago lo que dices, replicó Nasrudín, secándose las lágrimas de los ojos, seguiré estando hambriento.
domingo, 21 de marzo de 2010
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En algunas ocaciones hay personas que no le importa que este caliente y que se estan quemando ellos siguen comiendo
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