Aún el fuego
El Mullah intentaba encender el fuego, pero a pesar de lo mucho que soplaba, las llamas no brotaban de las brasas.
Perdiendo los estribos gritó:
—¡Traeré a mi esposa si no se encienden!, y sopló aún más fuerte.
El carbón comenzó a arder vivamente, de modo que para mejorar el efecto tomó el sombrero de su esposa y se lo puso en la cabeza. De pronto asomó una llama.
Nasrudín sonrió y, enfático, dijo:
—¡Aún el fuego le teme a mi mujer!
viernes, 20 de junio de 2014
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