Ofensas
El Mullah Nasrudin estaba en la casa de té, lugar de reunión de sabios y eruditos, cuando entró un monje diciendo:
—Mi maestro me envía a propagar la palabra: la humanidad no será dichosa hasta que el hombre que no ha sido ofendido se indigne ante la ofensa del mismo modo que el hombre que sí ha sido ofendido.
De momento todos quedaron en silencio, impresionados. Y de pronto habló el Mullah:
—Mi maestro me enseñó que no debemos indignarnos hasta saber si en verdad se trata de una ofensa y no es una bendición disfrazada.
lunes, 11 de mayo de 2015
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