Al escuchar ruidos extraños en su casa, el Mullah se asustó y pronto se escondió en un armario.
En el curso de su búsqueda, los dos ladrones abrieron la puerta y lo encontraron acurrucado allí.
—¿Qué, te estás escondiendo de nosotros?, preguntó uno de ellos.
—Me oculto porque me siento avergonzado de que no haya nada en esta casa digna de vuestra atención.
domingo, 19 de julio de 2009
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