Nasrudin estaba bebiendo demasiado. Tanto, que ya preocupaba a sus amigos e imaginaron un plan atípico para curarlo. El plan era que uno de ellos vistiera como un diablo, con cuernos y una horquilla, para así asustar al Mullah para que renunciara a la bebida.
Una noche, cuando Nasrudin se dirigía a su casa, borracho, su amigo salió detrás de un árbol y gritó con voz maléfica:
—¡Tendrás que dejar de beber!
—¿Quién eres?, preguntó, apabullado, el Mullah.
—Yo soy el diablo, respondió su amigo en el mismo tono perverso.
—Oh, tu eres el diablo, dijo Nasrudin displicentemente. Me alegro de conocerte. Yo soy el tipo que se casó con tu hermana.
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