El don del habla
Después de años de abnegado servicio, el burro de Nasrudín murió.
El Mullah quedó tan perturbado que prometió darle un entierro más que decoroso.
En la noche, ya avanzada, entró furtivamente en el cementerio del pueblo y enterró el cuerpo amortajado del animal. Los aldeanos se enteraron de lo sucedido y llevaron a Nasrudín a los tribunales.
—Su Señoría, dijo el Mullah Nasrudin, más que ofender, simplemente he realizado la voluntad de Dios. Antes de morir, mi burro hablaba en el lenguaje de los humanos. ¿Cómo podía tener el don del habla si no fuera agraciado por Dios?
—¿Y qué decía el burro cuando hablaba?, preguntó el juez, con ironía.
—Me solicitó que lo enterrara en el cementerio del pueblo y pagara al tribunal veinte monedas de oro.
Los cargos fueron retirados.
martes, 26 de junio de 2012
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Nunca podremos decir que todo tiempo pasado fue mejor!!! Un gusto estar aquí, Chesaudade. Te dejo además un PD.
ResponderEliminarAprovecho la oportunidad de esta visita a tu Blog para comunicarte que a partir del 19 de junio de este año, ha nacido a la Blogósfera un nuevo Blog de mi autoría: Presencias de Identidad con contenido nuevo y actualizado de algunas entradas de mi otro Blog, Viajando por el fin del mundo, referidas exclusivamente a plazas y edificios. Cuando dispongas de un tiempito, te invito a que lo conozcas. Un fuerte abrazo.
Esto me suena muy actual. Qué gran corazón el de Nasrudin y qué interesado el estómago de su señoría.
ResponderEliminar...todo lo que hace un puñado de monedas!
ResponderEliminarMuy bueno! Saludos.
Ramón