Una canasta en la frontera
El Mullah Nasrudín pasó la frontera con una canasta de huevos.
Los productores de huevos del país vecino, celosos por preservar sus derechos, habían peticionado ante el rey y éste había concedido que se prohibiera la importación de huevos.
Los vistas de la aduana detectaron a Nasrudín, lo condujeron al puesto de guardia y comenzaron a interrogarlo.
—Preste mucha atención, la pena por mentir es la muerte. ¿Qué lleva en esa canasta?
—Los pollitos más pequeños posibles.
—Eso pertenece al rubro animales vivos. Los retendremos, manifestó el oficial poniendo la canasta en un estante; mientras tanto haremos las averiguaciones pertinentes. Pero usted no debe preocuparse, los alimentaremos. Es nuestra responsabilidad.
—Se trata de pollos especiales, dijo Nasrudín.
—¿En qué sentido?
—¿Usted ha oído hablar de los animales que languidecen y envejecen antes de tiempo cuando se los priva de la atención de su dueño?
—Sí
—Estos pollitos son tan sensibles y de una raza tan particular que, si se los deja solos por un momento, retornan a su edad primera.
—¿Hasta qué punto?
—Hasta el punto de convertirse en huevos nuevamente.
jueves, 29 de noviembre de 2012
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