No perder de vista
Nasrudin iba triste al mercado a vender su última oveja. De camino, un amigo le pidió al Mullah que fuera con él a tomar un té. Aceptando inmediatamente la invitación, Nasrudin sentó a la oveja a la mesa y se acomodó justo enfrente de ella.
—Amigo mío, dijo el asombrado anfitrión, te he invitado a un té; no he dicho que pudieras invitar a tu oveja. ¿Pretendes ofenderme?
—Por supuesto que no, replicó el Mullah. Pero un hombre al que sólo le queda una oveja en el mundo no debe perderla de vista.
viernes, 10 de octubre de 2014
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