miércoles, 15 de octubre de 2014

Nasrudin

Risas y lágrimas

Nasrudin odiaba el olor de las cebollas, pero a su esposa le gustaban tanto que podía comerlas hasta que las lágrimas le bañaban la cara. Cada vez que incluía cebollas en su guiso, ella y Nasrudín se peleaban. Finalmente sus discusiones se hicieron tan violentas que sus vecinos los llevaron al tribunal por alterar la paz.
Tras escuchar a las dos partes, el juez pidió a la mujer que firmara una declaración en la cual se abstenía de servir cebollas a su marido
o éste tendría derecho a un divorcio instantáneo.
Durante varias semanas las cebollas no volvieron a aparecer en las comidas. Pero, con el marido fuera de casa casi todo el día, la mujer empezó a sucumbir gradualmente a su ansia de cebollas. Cierto día, estaba comiendo con gran apetito un plato de cebollas crudas cuando el Mullah llegó inesperadamente a la casa. Confundida, apenas tuvo tiempo suficiente de esconder el plato antes que Nasrudin entrara en la cocina. Al oler el inconfundible aroma de las cebollas y viendo los ojos llorosos de su mujer, supo lo que había estado comiendo, pero estaba divertido por la situación.
—¿Por qué lloras, querida?, preguntó adoptando un tono comprensivo.
—Lloro de alegría porque estás en casa, contestó la mujer.
Nasrudín estaba tan encantado con el juego que echó a reír.
—¿Por qué te ríes?, preguntó su esposa sorprendida.
—Me río porque pronto seré libre, replicó Nasrudín, pero dentro de un momento estaré gritando también, porque tengo la terrible sensación de haber perdido la declaración que firmaste ante el tribunal.

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