Una razón para caerse
Nasrudín avanzaba tranquilamente por el camino montado en su burro cuando de pronto éste corcoveó y lo hizo caer.
Un grupo de niños que jugaba por allí lo rodeó riendo a más no poder. Cuando dejaron de reír, Nasrudín se incorporó y acomodó su turbante con imperturbada dignidad y preguntó:
—¿De qué se ríen?
—¡Mullah, dijeron, riendo otra vez al recordarlo, fue un espectáculo maravilloso! Nos reíamos de su caída del burro.
—Ustedes no han tomado en cuenta, dijo Nasrudín, la posibilidad de que yo hubiera tenido una razón para caerme.
sábado, 15 de noviembre de 2014
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