Donde no hay gente
Un verano, cuando el Mullah Nasrudín estaba en la corte del emir, los habitantes de la ciudad estaban acosados por las moscas.
—¿No hay ningún lugar libre del zumbido de estos insectos infernales?, gritó el emir.
—Hay un lugar, Majestad, respondió Nasrudín, pero ese lugar no tiene gente.
—¿Y dónde está?
Pero Nasrudín, demasiado escueto, sólo dijo:
—Donde no hay gente, no hay moscas.
El rey estaba enfurecido por el rechazo del Mullah a decir más, pero decidió olvidarse del incidente por el momento. Unas semanas más tarde, el rey y su séquito salieron a visitar al gobernante de otro país. Cuando el sol caía, el décimo día, el emir ordenó a la caravana que se detuviera y se estableció un campamento en el desierto.
Después de la comida de la tarde, el emir solicitó a Nasrudín que se uniera a él para discutir de los asuntos del mundo. Mientras estaban hablando, una mosca se posó en la mano del emir.
—¡Mira!, exclamó. Dices que donde no hay gente no hay moscas. Pero aquí, en el desierto deshabitado, sigue habiendo moscas.
—¿Quieres decir, respondió Nasrudín, que tú no eres un hombre?
domingo, 16 de noviembre de 2014
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